12 julio 2006

Entrada 13 (Capítulo 3)

Aquella noche apenas pude conciliar el sueño. Mi mente estaba dividida, pero según avanzaba la oscuridad para dar paso a un nuevo día, fui aceptando la reprimenda del sargento. No se cuantas horas pasaron mientras miraba la pintura del techo a oscuras tirado en mi colchón, ni tampoco sé cuando exactamente acabé cerrando los ojos para entrar en el mundo de los sueños, pero evidentemente fue bastante tarde, porque cuando me levantó el sargento de una patada con su habitual tono gruñón supe que iba a ser un día realmente largo y que iba a necesitar mucho...muchísimo café.

La rutina matutina fue la misma de los dos días anteriores, y cuando me quise dar cuenta, ya estábamos aterrizando los Yunques en la arena del caluroso desierto y veía al Sargento Dreygas acercarse a nuestra posición con su equipo de vuelo al completo. Noté una sensación de agobio. Solo podía pensar en volver a mi rincón del pabellón, en el colchón del suelo debajo de la ventana. Notaba todos los músculos de mi cuerpo totalmente acartonados, mi mente embotada e incapaz de funcionar correctamente y mis ojos peleando por mantenerse abiertos. Desde luego no era el mejor momento para recibir lecciones especiales de vuelo, pero no quería que el sargento creyera que no era capaz de seguir el ritmo, así que no le dije nada y salí al espacio con él.

Al principio todo fue bastante normal. Llegamos a toda pastilla a nuestra posición habitual cerca de la 4ª luna tras un vuelo sin percances en un espacio bastante despejado. El sargento ordenó detener los motores de impulso y transformó su Yunque en Mech.

-Bien novato, esta es la parte fácil. Para transformar tu nave en Mech de combate solo tienes que apretar un botón. Pero para que no lo hagas accidentalmente ese botón tiene un cierre de seguridad. ¿Sabrías decirme donde esta?- Me puse a mirar el tablón de mandos como si realmente fuera capaz de averiguar algo en mi estado somnoliento. Los ojos me hacían chirivitas y solo podía pensar en el calor que estaba pasando con el traje de vuelo. Agité la cabeza para despejarme y finalmente vi una espoleta a rallas amarillas naranjas y negras.

-Creo que ya lo tengo Sargento- Levante la espoleta y apreté el botón que había debajo. Creo que el Sargento llegó a decirme algo antes de que lo hiciera, pero realmente las únicas palabras que recuerdo de aquella tarde fueron los alaridos furibundos repletos de insultos que avergonzarían a un minero. Resulta que el botón que apreté sin dudarlo creyendo que era el sistema de transformación era en realidad un misil de Iones...El misil de Iones es un cacharro muy divertido, puesto que en lugar de dañar el casco de una nave o destruirla lo que hace es soltar un pequeño pulso electromagnético cargado de Iones, lo cual hace que los sistemas eléctricos no protegidos en la zona afectada queden destruidos por la sobrecarga. En principio los escudos deberían proteger al Yunque de este tipo de ataque, pero el Sargento no esperaba ser atacado, así que no había activado los escudos. Conclusión, su Yunque se convirtió en un armazón blindado con forma de robotijo inerte flotando a la deriva. Por suerte o por desgracia, el sistema de radio que utilizábamos para comunicarnos entre nosotros no era el propio de la nave, sino el que llevaba incorporado el casco de piloto, con lo que cuando dejó de gritarme y de llamarme de todo menos guapo me dijo la animalada que había echo y me explicó como podía remolcarlo hasta un lugar donde pudiéramos valorar los daños de su Yunque y tratar de repararlo.

Lógicamente, la reparación del Yunque no iba a ser ni rápida ni barata, y mucho menos en aquel pueblucho de mala muerte en el que habíamos aterrizado. El sol parecía estar de adorno porque el frío que hacía allí habría congelado a una morsa. Los edificios no superaban los dos pisos de altura, la basura se amontonaba en las calles y nunca había visto a tantos indeseables juntos fuera de una pantalla de cine. El sargento fue directo a un taller llamado “La llave inglesa de Elgro”. El tal Elgro era un tipo grasiento y muy gordo. Recuerdo que cuando lo ví lo primero que pnese era que como narices no se le habían partido las rodillas por su propio peso; vestía con un mono marrón lleno de manchas de aceite de motor con forro de piel y un gorro con orejeras con una estrella roja en la parte frontal. Tenía una barba negra como el carbón y Fumaba un abultado puro que sujetaba con sus dedos gordinflones y sucios.

-¿Que te trae por aquí imperialista de mierda?- le dijo al sargento en tono familiar.

- Nada que tú puedas arreglar bola de grasa, pero eres el único que me debe un favor en este maldito agujero y me he dejado la cartera.

-¡Jodido cara cortada hijo de puta! ¡Dame esa mano cabronazo!- El hombre gordo saltó sobre el sargento como un oso y se estrecharon las manos con fuerza mirándose fijamente con una gran sonrisa en la cara. Mantuvieron la expresión unos instantes y finalmente el hombre Gordo torció el gesto.

-Aghh, joder Dreygas, sigues teniendo una tenaza en ese brazo.

-Lo que pasa esque tu sigues siendo una nenaza.-

-¿Quién es el pipiolo?- Preguntó el hombre gordo señalándome con la cabeza mientras aún se masajeaba la mano.

-¿Ese? El capullo que voy a destripar por joderme la nave haciendo el gilipollas.

Entrada 14

3 Comments:

At julio 13, 2006, Blogger Koopa said...

Se masca la tragedia...

 
At julio 18, 2006, Anonymous Anónimo said...

jajajaj pobrecito... Pero es que no se pueden tocar botones sin preguntar. Si no que se lo digan a Dee-Dee jejejeje. Uohhh y este boton que pone reset que es? uuuuuuuuooo....

 
At diciembre 08, 2006, Blogger zoki said...

yejejeyyyyyyy!!! he vuelto!!! me estoy reponiendo xDDDD

a ver lo q me he perdido hasta hoy...

 

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