25 julio 2006

Entrada 14 (Capítulo 3)

El sargento dejó su Yunque en manos de aquel mecánico gordinflón y me llevo a una taberna local que distaba bastante de ser un local acogedor. Se mantuvo en silencio todo el rato mientras se tomaba una pinta de cerveza negra bien espesa, pero aunque resultaba bastante incómodo estar con el sargento allí en silencio, prefería no tener que oírle gritar de nuevo. La buena noticia es que del susto se me pasó el sueño de golpe...

Pasaron un par de horas y cuatro pintas antes de que el sargento se relajara un poco y decidiera abrir la boca de nuevo.

-Espero que hayas traído dinero novato, porque todo esto lo vas a pagar tu.- Dijo con su habitual simpatía; por suerte aun tenía el dinero que me había dado mi padre.

-Señor, puedo preguntarle algo?.

-Ya que me invitas...

-¿De qué conoce al mecánico que esta reparando su Yunque?- El sargento dio un largo trago a su pinta vaciando la mitad del vaso antes de responder.

-Fue mecánico en la flota cuando yo servía en el acorazado Spyka; se encargaba del mantenimiento de los cazas. Fue licenciado con deshonor tras golpear con una llave inglesa a un superior y romperle la mandíbula.

-¿En serio? Entonces, ¿son Uds amigos?

-eso a ti no te importa chaval.- Dio un nuevo trago a su pinta. – pero te aseguro que no dejaría que tocara el Yunque sino confiara en él.

-Comprendo señor. Por cierto...quiero decirle que lamento mucho...-

-Dejate de disculpas enano, no creas que todo se va a quedar en cuatro gritos de nada. Sino te relevo en el puesto de jefe de escuadrón es porque se supone que no deberíamos estar aquí, pero no te vas a ir de rositas. Deberías haberme dicho que no te encontrabas en disposición de pilotar novato.

-Lo siento señor, no quería que pensara...-

-¿Qué? ¿qué eras un blandengue? ¿qué no podías seguir el ritmo? Pues mal hecho novato. Lo que debe preocuparte no es lo que yo piense de ti, sino estar en plenas condiciones para aprender lo que debo enseñarte. Y si sales al espacio sin dormir te aseguro que no aprenderás nada.

-Pero señor, si sabía que no estaba en condiciones, ¿porqué me permitió salir al espacio?

-Primero porque eres un adolescente de mierda y crees que lo sabes todo y lo puedes todo, y no pienso discutir por gilipolleces. Segundo porque yo no soy tu padre, así que no tengo porque ser sobre protector contigo. Si estás dispuesto a hacer una tontería, hazla, ya te darás cuenta tu solito de lo peligroso que es. Y tercero para que aprendas a decir las cosas aunque creas que te puedan hacer quedar mal, no eres un superhombre, acepta tus limitaciones novato.

El sargento siguió bebiendo tranquilamente y en silencio, mientras yo me quedé con pinta de estúpido y sin saber qué decir. Me apoyé en la barra y me puse a pensar en chorradas tratando de no darle importancia a lo que había dicho el sargento. No era más que un gruñón y un sabelotodo al fin y al cabo. Cogí mi bebida de la barra a la vez que me daba la vuelta, intentando paracer un tipo muy duro, mirando a ninguna parte con el ceño fruncido, buscando una expresión que dijera algo parecido a “Como me toques las narices voy a darte tal paliza que les va a doler a tus nietos”. Pegué un sorbo a la jarra y entonces noté una mano bastante grande posándose sobre mi hombro.

-¿Se puede saber que haces niño?- La voz sonaba muy rasposa, casi gutural, y enseguida me di cuenta de porque esa manaza me estaba aplastando el hombro como si fuera un cacahuete. –Esa es mi bebida...más te vale rezar.

Efectivamente, en mi rabieta infantil me había equivocado de jarra y había cogido la del tipo que estaba sentado a mi lado, y no es buena idea quitarle su bebida a un minero de Acycas. Con un ligero empujón me tiró del taburete al suelo, y allí tirado pude ver que el lío en el que me había metido era mayor de lo que creía.

-¿qué te pasa ratita? ¿estás asustado? ¿ya no tienes ganas de quitarle la Cerveza a Gral?

Aquel tipo no era un simple minero de Acycas. ¡Era un minero Sulba! Debía medir alrededor de 2’30m, claro que siendo un Sulba eso era normal, al igual que sus cuatro brazos y su color de piel azul oscuro...el problema es que además este tío estaba echo de puro músculo y el Sargento pasaba olímpicamente de echarme una mano...

-Espera, espera un momento este...Gral...

-Gral no te va a esperar ¡Te va a machacar enano!-

Gral lanzó contra mí su jarra de cerveza y no me dio en la cabeza por escasos centímetros, así que decidí moverme rápido y escurrirme debajo de una mesa mientras la gente se levantaba alzando las voces a mi alrededor. A pesar de todo, yo solo conseguía oír los gruñidos de Gral mientras venía a por mi rompiendo sillas, botellas, jarras y todo lo que pillara por su camino.

-¡Graaar! ¡vamos ratita deja de esconderte de una vez!

-Si claro, para que me machaques ¡ni que fuera tonto!- Salí de debajo de la mesa y justo en ese momento Gral la lanzó a un lado con su manaza como si fuera de corcho. Intenté llegar hasta la puerta, pero un par de fornidos mineros me cerraron el paso muy amablemente.

-Lo siento chico, pero no podemos dejarte salir hasta que uno de los dos caiga al suelo.- ¿a que venia eso? Los únicos mineros que había conocido eran los del pueblo donde vivía, pero tampoco había hablado mucho con ellos excepto para pedirles disculpas por las gamberradas de Zira y Sakhy...

-¿cómo que no me podeis dejar salir? ¿es una especie de tradición o algo así?

-Algo así...- y entonces oí algo que me desveló porque no me podían dejar salir...

-¡7 a 1! ¡7 a 1 en contra del chaval! ¡Vamos vamos, hagan sus apuestas!- Ante semejante jugarreta del destino solo podía decir una cosa:

-¡Mierda!- Si, estaba de mierda hasta el cuello. Gral quería mi cabeza y toda la gente de aquel local quería que Gral tuviera mi cabeza para poder cobrar sus apuestas. ¿qué podía hacer? Solo tenía una salida, solo había una ersona que pudiera sacarme de allí sano y salvo: El sargento.

-5000 Drecas a favor de Gral, Ganzo.- mis expectativas de vida se acababan de reducir a menos de cero...¡Dreygas había apostado en mi contra! ¿pero de qué iba este hombre? Se supone que es responsable de mí, que debe procurar que no me pase nada, ¿y está dispuesto a dejar que una mole Sulba de 2’30m me arranque la cabeza? Mi odio hacia el sargento se acumulaba en mis entrañas. Aquel viejo de mierda no solo me humillaba y me insultaba continuamente, no solo jugaba conmigo riéndose continuamente de mí, además estaba dispuesto a dejarme morir para ganar dinero...o almenos a dejar que me quedara terriblemente magullado.

-¡Te tengo enano!- Gral había conseguido acorralarme mientras yo le lanzaba mal de ojo al sargento. La sangre me ardía por dentro. Él era el culpable de todo este embrollo...él era el responsable de que estuviéramos en ésta piedra...él era el culpable de que me hubiera enfadado y hubiera equivocado mi jarra con la de Gral...

-¡Vete al infierno!- con un rápido movimiento, me agaché cerca de Gral para poder golpearle en la rodilla con todas mis fuerzas, para después colarme entre sus piernas y volver a golpearle ésta vez en la zona lumbar. Conseguí con ello que Gral cayera al suelo dolorido dando un par de gruñidos. Inspirado por la adrenalina y la rabia que sentía por Dreygas, golpeé a Gral como me habría gustado golpear al Sargento. Le pateé el estómago y conseguí que quedara tumbado en el suelo boca abajo, así que me coloqué en su espalda y traté de estrangularle...ese fue mi error. Nunca trates de estrangular a un tipo con cuatro brazos y que te dobla en tamaño y peso. Gral no tuvo ningún problema en sacarme de encima de un empujón, rodar hacia un lado y agarrarme con sus cuatro brazos estampándome contra la pared.

-¡Estúpido humano! ¡Gral va a disfrutar con esto!- Me tenía, ya no tenía ninguna posibilidad...aquel minero energúmeno me había atrapado y no podía soltarme de su presa, y mientras me apretaba el cuello empecé a pensar en las pequeñas gemelas y mi hermanita y en el pastel de barro con pimienta que me hicieron de despedida...¿qué estarían haciendo ahora? Escuché un golpe seco cerca de mí, y después creo que me desmayé, pero aún recuerdo lo último que oí antes de hacerlo:

-Perdona Gral, pero no puedo dejar que le mates aún.

Entrada 15

23 julio 2006

Indignación e Impotencia

Espero que me perdonéis este pequeño inciso en la historia del libro, pero he pasado una semana muy dura para nada.

Hace 5 dias, me trajeron a casa dos pequeñas gatitas de un dia de vida. Alguien las había encontrado tiradas en una caja dentro de una papelera, maullando desesperadas en busca de la leche de su mama gato. Como gran amante de los gatos que soy, decidi cuidar a esas dos hermosuras de ojos cerrados que aun les colgaba el cordon umbilical, dispuesto a sacarlas adelante a toda costa. He estado 5 dias y cuatro noches en los que apenas he dormido para poder darles su racion de leche periodicamente (en principio cada 3h, luego, por su debilidad y por recomendacion del veterinario, cada 1'5h) y os puedo asegurar que estoy echo polvo, noto la cabeza palpitante justo encima de la nuca y mi humor está seriamente afectado.

Ayer por la mañana, a una de las dos gatitas (la de color negro, a la que he llamado Chocolatina) la note especialmente débil. Me extrañó porque de las dos era la más energética, pero la pobre apenas se movia, estaba totalmente fláccida y le costaba trabajo respirar. Los maullidos agudos y extrañamente potentes para su tamaño, habían pasado a ser apenas un suspirito, en un intento desesperado de pedir ayuda, de modo que la llevé al veterinario con la esperanza de encontrar una solución. El veterinario la hospitalizó, y la tuvo todo el día en observación y cuidados, y a las 8 de la noche la fuí a recoger, más fortalecida, con maullidos ya audibles, y siendo capaz de moverse por si sola. El veterinario me dijo que había cogido una hipotermia por la noche, y que debía ponerles una bolsa de agua caliente para asegurarles un microclima. Que vigilara bien la dieta (las tomas de leche en polvo vamos) y que aunque dieran solo dos tragos que me asegurara de que los daba bien, y si tenia que aumentar la frecuencia de las tomas de 1'5h a 20 minutos, pues que lo hiciera. Iba a ser muy dificil sacarla adelante, pero se podía intentar. Me dió una jeringuilla de suero y me dijo como ponersela por si acaso, y casi me dio algo al ver la aguja (ya sabeis, eso del pánico a las inyecciones) y devolví a la pequeña a casa dispuesto a seguir luchando.

Durante toda la tarde, estuve atento a su comida y a la de su hermanita (Perla, con el pelo blanco y la cola y la cabeza gris clarito), asegurándome de que comían y hacian pis y caca, pero por desgracia no conseguia que hicieran caca. A pesar de mis esfuerzos, Perla y Chocolatina parecían cada vez menos dispuestas a ayudarme a hacerlas vivir, casi no comían, no hacian esfuerzos en dejar que les diera el biberón, y Perla en concreto devolvía la leche a la vez que la tomaba. Me temía lo peor, pero seguí luchando a lo largo de la noche, perdiéndome incluso el tan esperado regreso de Batista a "Smackdown!" en Cuatro para hacer que comieran las dos (a duras penas pero lo conseguí)

A las 5:30 de la madrugada, le di a Chocolatina su ultimo biberón, puesto que a las 7, cuando le tocaba el siguiente, me la encontré ya muerta sobre la bolsa de agua caliente con forma de vaca que le seriva de camita caliente. Deprimido y triste por haber perdido a la pequeña, decidí ponerla en una cajita de cartón a modo de ataúd, y seguir peleando para sacar adelante a Perla. Por desgracia la pequeña estaba en el mismo estado que su hermana el dia anterior (sin hipotermia, pero moribunda) y he conseguido sacarla adelante hasta las 12 de la mañana, hora en lña que abría el veterinario y en que la he llevado a ingresar. la he dejado allí todo el día y he aprovechado para dormir un poco (solo he podido dormir hasta las 4, los nervios no me han dejado más...) y hace más o menos 1'5h (a las 18h), nos ha llamado el veterinario para comunicarnos que la pequeña Perla también había fallecido. La he recogido y la he puesto junto a se huermanita en el congelador, en espera de encontrar un buen sitio donde enterrarlas.

En definitiva, he luchado durante dias para intentar salvar unas gatitas que algun....Bueno, no encuentro palabras suficientemente groseras para describir al elemento que decidió meterlas en aquella papelera...y al final he sido derrotado. He superado algunos límites que creía imposibles (lo de ponerles una inyección subcutánea ha sido impresionante para mi Psique) pero aún así he fracasado.

Como siempre aprendo de mis batallas, y en esta he aprendido mucho; como no se exactamente cuanto más puedo seguir hablando de ésto ni hasta dónde quiero llegar exactamente, dejo aquí este post, una vez narrada mi experiencia como mamá gato y que cada uno extraiga de ella lo que prefiera. Espero que sea para bien.

Gracias por vuestra atención y buena suerte a todos.

Descansad en Paz pequeñas: R.I.P.- Perla y Chocolatina 17/07/06 - 23/07/06

12 julio 2006

Entrada 13 (Capítulo 3)

Aquella noche apenas pude conciliar el sueño. Mi mente estaba dividida, pero según avanzaba la oscuridad para dar paso a un nuevo día, fui aceptando la reprimenda del sargento. No se cuantas horas pasaron mientras miraba la pintura del techo a oscuras tirado en mi colchón, ni tampoco sé cuando exactamente acabé cerrando los ojos para entrar en el mundo de los sueños, pero evidentemente fue bastante tarde, porque cuando me levantó el sargento de una patada con su habitual tono gruñón supe que iba a ser un día realmente largo y que iba a necesitar mucho...muchísimo café.

La rutina matutina fue la misma de los dos días anteriores, y cuando me quise dar cuenta, ya estábamos aterrizando los Yunques en la arena del caluroso desierto y veía al Sargento Dreygas acercarse a nuestra posición con su equipo de vuelo al completo. Noté una sensación de agobio. Solo podía pensar en volver a mi rincón del pabellón, en el colchón del suelo debajo de la ventana. Notaba todos los músculos de mi cuerpo totalmente acartonados, mi mente embotada e incapaz de funcionar correctamente y mis ojos peleando por mantenerse abiertos. Desde luego no era el mejor momento para recibir lecciones especiales de vuelo, pero no quería que el sargento creyera que no era capaz de seguir el ritmo, así que no le dije nada y salí al espacio con él.

Al principio todo fue bastante normal. Llegamos a toda pastilla a nuestra posición habitual cerca de la 4ª luna tras un vuelo sin percances en un espacio bastante despejado. El sargento ordenó detener los motores de impulso y transformó su Yunque en Mech.

-Bien novato, esta es la parte fácil. Para transformar tu nave en Mech de combate solo tienes que apretar un botón. Pero para que no lo hagas accidentalmente ese botón tiene un cierre de seguridad. ¿Sabrías decirme donde esta?- Me puse a mirar el tablón de mandos como si realmente fuera capaz de averiguar algo en mi estado somnoliento. Los ojos me hacían chirivitas y solo podía pensar en el calor que estaba pasando con el traje de vuelo. Agité la cabeza para despejarme y finalmente vi una espoleta a rallas amarillas naranjas y negras.

-Creo que ya lo tengo Sargento- Levante la espoleta y apreté el botón que había debajo. Creo que el Sargento llegó a decirme algo antes de que lo hiciera, pero realmente las únicas palabras que recuerdo de aquella tarde fueron los alaridos furibundos repletos de insultos que avergonzarían a un minero. Resulta que el botón que apreté sin dudarlo creyendo que era el sistema de transformación era en realidad un misil de Iones...El misil de Iones es un cacharro muy divertido, puesto que en lugar de dañar el casco de una nave o destruirla lo que hace es soltar un pequeño pulso electromagnético cargado de Iones, lo cual hace que los sistemas eléctricos no protegidos en la zona afectada queden destruidos por la sobrecarga. En principio los escudos deberían proteger al Yunque de este tipo de ataque, pero el Sargento no esperaba ser atacado, así que no había activado los escudos. Conclusión, su Yunque se convirtió en un armazón blindado con forma de robotijo inerte flotando a la deriva. Por suerte o por desgracia, el sistema de radio que utilizábamos para comunicarnos entre nosotros no era el propio de la nave, sino el que llevaba incorporado el casco de piloto, con lo que cuando dejó de gritarme y de llamarme de todo menos guapo me dijo la animalada que había echo y me explicó como podía remolcarlo hasta un lugar donde pudiéramos valorar los daños de su Yunque y tratar de repararlo.

Lógicamente, la reparación del Yunque no iba a ser ni rápida ni barata, y mucho menos en aquel pueblucho de mala muerte en el que habíamos aterrizado. El sol parecía estar de adorno porque el frío que hacía allí habría congelado a una morsa. Los edificios no superaban los dos pisos de altura, la basura se amontonaba en las calles y nunca había visto a tantos indeseables juntos fuera de una pantalla de cine. El sargento fue directo a un taller llamado “La llave inglesa de Elgro”. El tal Elgro era un tipo grasiento y muy gordo. Recuerdo que cuando lo ví lo primero que pnese era que como narices no se le habían partido las rodillas por su propio peso; vestía con un mono marrón lleno de manchas de aceite de motor con forro de piel y un gorro con orejeras con una estrella roja en la parte frontal. Tenía una barba negra como el carbón y Fumaba un abultado puro que sujetaba con sus dedos gordinflones y sucios.

-¿Que te trae por aquí imperialista de mierda?- le dijo al sargento en tono familiar.

- Nada que tú puedas arreglar bola de grasa, pero eres el único que me debe un favor en este maldito agujero y me he dejado la cartera.

-¡Jodido cara cortada hijo de puta! ¡Dame esa mano cabronazo!- El hombre gordo saltó sobre el sargento como un oso y se estrecharon las manos con fuerza mirándose fijamente con una gran sonrisa en la cara. Mantuvieron la expresión unos instantes y finalmente el hombre Gordo torció el gesto.

-Aghh, joder Dreygas, sigues teniendo una tenaza en ese brazo.

-Lo que pasa esque tu sigues siendo una nenaza.-

-¿Quién es el pipiolo?- Preguntó el hombre gordo señalándome con la cabeza mientras aún se masajeaba la mano.

-¿Ese? El capullo que voy a destripar por joderme la nave haciendo el gilipollas.

Entrada 14