20 marzo 2006

Vacaciones

Se que hace dias que deberia haber escrito una nueva entrada, pero últimamente he estado liado con varias cosas que no me han permitido escribir.

El fin de semana que viene, además, me iré de viaje unos 10 días, por lo tanto considero a partir de ahora que hasta que vuelva del viajecito mencionado no escribiré ningún nuevo capítulo. Prefiero esperar un poco y que lo que escriba quede bien a poner una entrada forzada, fea y de baja calidad (no es que sea un gran escritor, pero mejor hacer las cosas bien)

En fin, que nos vemos dentro de un par de semanas ^^

09 marzo 2006

Entrada 5 (Capítulo 2)

Lo primero que tuvimos que hacer fue limpiar aquel antro de mala muerte. Nadie en su sano juicio habría pasado una noche allí en el estado en que se encontraba, de modo que nos pusimos manos a la obra y lo limpiamos como pudimos. El problema llegó a la hora de asignar las camas, resulto que no habían suficiente para todos, de modo que había que discutir quien se quedaba en el suelo. En un principio quisimos que Dreygas se encargara de ello, pero se limito a escoger su cama y la de las chicas, y luego nos dijo que nos buscásemos la vida.¿Qué debíamos hacer? ¿pelearnos a cuchillo por un catre lleno de polvo?

Dos de nosotros tendrían que dormir en el suelo, y ninguno estaba dispuesto a ello. Tras una serie de propuestas que no convencieron a nadie (echarlo a suertes, darnos de tortas, un concurso de tartas...) Claad propuso que hiciéramos una carrera, razonando que dado que todos llevábamos 8 semanas siguiendo el mismo entrenamiento ninguno tendría una seria ventaja sobre el resto. Alach y yo estuvimos de acuerdo, y Fryll, el líder de los delincuentes, también, con lo que su grupo no puso objeciones.

Es curioso como el destino le juega a uno malas pasadas, pero a pesar de que estaba a punto de quedar el segundo en la carrera (Fryll quedó el primero) me dí un tropezón en la recta final y tragué tanta tierra que podría haberme dejado sin hambre durante una semana. Todos me adelantaron y acabe durmiendo en el suelo con un buen arañazo en la cara y en el brazo. Alach me dio “Su más sentido pésame” y luego se acomodó en el catre insistiendo en lo cómodo que estaba y lo bien que iba a dormir. Desde luego ese no iba a ser el mejor día de mi vida. Me acomodé en mi saco de dormir y le quité la almohada a Alach para al menos apoyar la cabeza en algo blando; por suerte no intentó recuperarla y me la dejó toda para mí.

Al día siguiente, Dreygas no nos hizo madrugar. Tal vez fuera para reponer fuerzas después del viaje y de la paliza de tener que limpiar aquella chavola a la que llamábamos “pabellón”, o porque realmente ya le importaba todo una mierda. En cualquier caso, aunque estuvimos durmiendo más de lo normal, tampoco nos levantamos demasiado tarde. Es lógico, acostumbrados a madrugar con la salida del sol durante 8 semanas, estábamos habituados a levantarnos temprano.
Otra de las sorpresas que nos guardaba Dreygas era que no nos hizo ni correr, ni cargar con piedras ni ningún otro tipo de ejercicio físico. Nos dejó desayunar tranquilamente y no le vimos el pelo en toda la mañana, con lo que no tuvimos que aguantar sus gritos ni sus insultos. A cada minuto que pasaba estaba más convencido de que a Dreygas ya le daba todo igual. La mañana transcurrió bastante tranquila, y no fue hasta el mediodía que el sargento decidió dar señales de vida otra vez.

-Os quiero a todos en la mesa de reuniones en menos de 5 minutos, de modo que ir a buscar al resto.- Tan solo había una mesa en el pabellón, de modo que tenía que referirse a ella cuando decía eso de “la mesa de reuniones”, a pesar de que fuera poco más que una tabla carcomida con cuatro patas desniveladas. Alach fue a buscar a Fryll y a los delincuentes y yo hice lo propio con Jeera mientras Claad y Syra entraban en el pabellón. A los pocos minutos, ya estábamos todos sentados y esperando el sermón de Dreygas, el cual se puso a la cabecera de la mesa colocando frente a él algunas carpetas de color marrón.
-Debéis tener un montón de preguntas que hacerme. Se que algunos de vosotros sabéis que nos llaman “La unidad de los despojos” y seguramente creéis que se quieren deshacer de nosotros.- Cuando el sargento mencionó lo del mote de nuestra unidad, cada uno reaccionó de forma distinta. Fryll y su grupo se pusieron a armar barullo, Alach se lo tomó a guasa, Claad simplemente se quedó quieto acariciándose la mejilla, Jeera pareció desconcertada y Syra y yo, que ya sabíamos de qué iba la cosa simplemente nos miramos con complicidad. Dreygas impuso la calma ante el pequeño caos organizado y continuó con su charla.
-Ésta unidad forma parte de un proyecto secreto de la flota imperial. Algunos de vosotros estáis aquí por petición o recomendación de alguien, otros habéis sido escogidos por mí personalmente y otros...bueno, digamos simplemente que estáis aquí.-
Obviamente, Fryll y su grupito se dieron por aludidos con el último comentario de Dreygas. 3 de ellos se levantaron haciendo crujir sus nudillos y dirigiéndose al sargento en tono amenazador, aunque éste no le dio importancia y ni siquiera se movió de la silla. Fryll controló a sus perros y luego lanzó una mirada de superioridad a Dreygas, como indicándole que podía continuar.
-En éstas carpetas- El sargento le pasó a Claad el montón de carpetas y le indicó que las pasara –Tenéis la información básica acerca del proyecto y su finalidad. Yo soy el encargado de preparar y dirigir ésta nueva unidad, y en los próximos 3 meses voy a dedicarme a prepararos física y mentalmente para que no metáis la pata cuando llegue el momento. Leeros el dossier y apuntad todas las preguntas que tengáis al respecto. Volveremos a reunirnos esta noche antes de la cena.
Se levantó y salió del pabellón como si nos hubiera dado las nota del colegio. Nadie supo muy bien cómo reaccionar (Excepto Claad, que con su habitual parsimonia se puso a leer sin más).
-¿A que viene todo esto?- Me pregunto Alach. Como si yo supiera más que él. No pude más que encogerme de hombros y seguir mirando la puerta como si el sargento fuera a entrar a carcajada limpia diciéndonos que todo había sido una broma...pasaron 3, 4, 5, 6 segundos...no, no volvía a entrar, con lo que seguramente hablaba en serio. ¿Cómo se me pudo ocurrir que Dreygas tuviera sentido del humor? Decidí abrir mi carpeta y ponerme a leer, estaba dispuesto a preguntarle al sargento hasta la más pequeña chorrada que se me pudiera ocurrir leyendo aquel misterioso dossier.

Entrada 6

06 marzo 2006

Entrada 4 (Capítulo 1)

Estuvimos viajando en ese camión durante horas. No paramos en todo el trayecto ni para comer, ni para mear. Ni siquiera para que los conductores descansaran. Mis compañeros estaban tan desconcertados como yo, pero cada uno se lo tomó de manera distinta. Alach se alegró de no tener que correr, Jeera estaba emocionada y con ella sin dejar de hablar parecía que éramos un colegio que se iba de excursión al zoo. Claad para variar se mantuvo en silencio y durmió durante casi todo el viaje; los delincuentes armaron jaleo durante un buen rato, cantando y peleándose hasta que se aburrieron y decidieron seguir el ejemplo de Claad. Y por último estaba Syra. No me fijé en ella durante las primeras horas, bastante tenía con mis pensamientos como para preocuparme por nadie. Pero cuando llegó el mediodía más o menos, Jeera se me acercó algo seria, hablándome en voz baja y vigilando sus palabras, parecía que no quería que los demás nos oyeran y eso captó mi atención.

-Syra está muy rara.- Me dijo. -He intentado animarla pero está más palida de lo normal, y las pocas veces que ha intentado hablar se ha quedado sin voz.
-Eso es normal en ella, no es que su voz sea la de un orador precisamente.- Le contesté.
-No te pongas cínico, ¿quieres? Te digo que no está bien y no quiere hablar conmigo.-
-Vale, ¿y qué quieres que haga?-
-¡No lo sé idiota!- hizo una pausa mirando alrededor. Su voz se había elevado por accidente y no quería llamar la atención. –No lo se...trata de hablar con ella, tal vez a ti te diga lo que le pasa.-
-¿Y porqué iba...?- No me dejó acabar la frase. Se limito a taparme la boca y a mirarme fijamente con una expresión tan seria que daba miedo. Nunca la había visto así, de modo que decidí callarme y hacerle caso. Separé su mano de mi cara y asentí con la cabeza. Luego hice como que me estiraba y me acercaba a la abertura del camión para tomar el aire. El camión era realmente grande; si hubiera intentado entrar en una ciudad no habría cabido por ninguna de sus calles, pero con la potencia que debía tener el motor para mover tanto blindaje seguramente se habría llevado varios edificios por delante. Ahí dentro podrían caber casi un centenar de personas tranquilamente, y sin embargo solo éramos 11. ¿Porqué usar un camión tan grande para “La unidad de los despojos”? hay vehículos de transporte mucho más pequeños y baratos, no hacía falta gastar tanto combustible para un grupo de parias. Pero no le di importancia, seguramente aprovechaban nuestro traslado para llevar ese camión a algún otro lado cerca de donde nos tenían que dejar. Me acerqué a Syra y me senté a su lado. No sabía que decirle. Casi no había hablado con ella antes y no tenía ni idea de cómo arrancarle una conversación.

-Vaya latazo de viaje, ¿Verdad?- empecé, pero no obtuve respuesta. –Fíjate, todos se han quedado dormidos. Parece que no vayamos a llegar nunca.- Nada, ella seguía jugueteando con sus dedos y lanzándome tímidas sonrisas como afirmación. -¿Tu no tienes ganas de ir al baño?- pregunté, pero solo agitó la cabeza de lado a lado. Eché un vistazo a Jeera encogiéndome de hombros y ella me frunció el entrecejo haciéndome signos para que siguiera insistiendo. ¿Qué podía decirle? A mí me parecía la chica de siempre. Allí sentada, incapaz de hacerse oír y evitando el contacto humano. Seguía jugando con sus dedos, entrecruzándolos y apretándolos. ¿Qué podía preocuparle? Y entonces caí en la cuenta:

-¿Sabes lo del apodo de nuestra unidad, verdad?-
No dijo nada, pero bajó la cabeza con expresión triste y la agitó levemente indicándome que lo sabía.
-¿Te lo dijo Aldar?- Volvió a usar su cabeza, ésta vez para decirme que no.
-Oye, al menos podrías hablarme, o ésta va a ser la conversación más aburrida que he tenido en mi vida.
-Perdona- Me contestó tímidamente.
-No te preocupes, tampoco quería ser antipático.
-El día que hablaste con Aldar, yo me acerqué a ti. Quería pedirte que me ayudaras a estudiar el tema sobre aleaciones de blindaje, pero no quise interrumpiros, y no os disteis cuenta de que estaba allí. Os escuché y ví cómo se reía de nosotros.- Syra se quedó callada, tragó saliva y no se atrevió a seguir hablando.
-Lo siento mucho.- Contesté –Yo tampoco reaccioné muy bien a la noticia, la verdad.-
-¿Dónde crees que nos llevan?-
Me quedé callado, no sabía qué contestarle. No porque no tuviera respuesta, sino porque me daba miedo que empezara a llorar si le decía lo que pensaba.
-Yo creo que nos llevan a algún sitio donde no podamos graduarnos nunca. Por eso Dreygas estaba tan taciturno estos días.- Me sorprendió que lo dijera con tanta frialdad. Y también que creyera que el Sargento se preocupaba por nosotros. ¿Porqué iba a estar taciturno por nuestro traslado? Sin darme cuenta, llevaba ya varios segundos mirando a Syra fijamente. Solo reaccioné cuando una risita de niña pequeña, procedente de esa cara pecosa de ojos verdes empezó a sonar por el interior de aquel camión casi vacío.
-¿De que cuernos te ríes?- le pregunté. Pero ella siguió con su jolgorio mientras se sujetaba el estómago. Jeera se acercó a nosotros con su habitual palabrería acelerada y tan risueña como su amiga.
-¡Vaya duendecillo! Parece que tal y como esperaba has sido capaz de hacer que nuestra benjamita alegre esa carita llena de puntitos y nos haga escuchar algo que no sea el rugido del motor.- No debió de tardar ni 2 segundos en decir todo eso, luego se sentó entre Syra y yo y agarró del hombre a la joven que no dejaba de reír.
-¡Venga Syra! ¿Por qué no me dices de una vez que ha hecho el bobo de Tarys para hacerte reír así?- 0’5 segundos. Syra trató de hablar varias veces, pero hasta la cuarta no pudo contener la carcajada y decir con su débil voz:
-¡Tendrías que haberle visto la cara!- Fruncí el entrecejo. En los últimos 4 años había tenido que hacerme cargo de mi hermanita, y cuando me enfadaba, o me perdía en mi imaginación, o me quedaba pensativo por algo que me preocupaba siempre se reía de mí. “Qué cara más tonta que pones hermanito” me decía. El hecho de que Syra hubiera tenido la misma reacción me dio bastante rabia, pero fruncí el entrecejo más por la costumbre de pelearme con Yyra cuando se reía de mi que porque estuviera realmente molesto.

-¡Venga campeón! ¡Ríete con nosotras y no te hagas el ofendido!- Jeera estaba realmente contenta. Se alegraba mucho de que hubiera conseguido animar a su amiga y me estaba muy agradecida. Nos sujetó a los dos por el hombro y nos apretó contra ella mientras se reía a carcajadas. Seguimos el viaje entre risas, contando chistes y anécdotas personales. Yo le hable de Yyra y las gemelas, de cómo estaban siempre revoloteando, haciendo gamberradas y metiéndome a mí en líos. Jeera no nos dijo nada acerca de ella, pero su sentido del humor podía compararse al de Alach, y era capaz de imitar al Sargento Dreygas y a cualquiera de nuestros compañeros con total perfección. Syra nos estuvo contando como era el lugar donde vivía. Ella era de la ciudad de Flogens, una ciudad gigantesca que ocupaba una isla entera hasta el borde de sus playas, construida totalmente en cristal blanco de acycas (Un mineral extraído de la 4ª luna de nuestro planeta, muy resistente y fácil de manipular. Ideal para la construcción de viviendas pero bastante caro) Vivió con su madre hasta que murió en un accidente, y desde los 11 años estuvo en un orfanato hasta que se encontró con un prospecto de publicidad de la flota imperial que le animó a alistarse. Cuando Syra se relajaba, podía tener una conversación muy interesante, y gracias a ella, había olvidado durante unas horas mi frustración con la flota.

Finalmente llegamos a nuestro destino. No era más que una casucha medio podrida en medio de un desierto de piedra roja. No se veía ningún rastro de civilización en kilómetros, y desde luego no parecía que hubiera pasado nadie por alli desde la última era glaciar. Estaba claro que nos habían enviado al culo del mundo.

Entrada 5

03 marzo 2006

Entrada 3 (Capitulo 1)

No es que sea gran cosa, el maldito postre es un trozo bastante reducido de lo que se supone una tarta de chocolate, pero al menos tiene sabor a chocolate y es lo único dulce que he llegado a oler en las últimas semanas. La comida aquí es tan mala e insípida como se dice, y desde luego nunca gozamos de cosas como la tarta de chocolate; no sé cómo ha llegado hasta nuestras bandejas, pero ha sido una especie de regalo divino que me ha sido arrebatado cruelmente por una sonrisa bonita y una voz normalmente atropellada por las propias palabras que pronuncia utilizada de forma magistral con un tono seductor como la seda y esquivo como una serpiente. ¡Mierda, seré calzonazos!

El resto del día transcurrió de forma normal, un rato de relax y ocio en el pabellón de descanso, un rato de charla insulsa con Alach y Syra, y 2 horas de estudio para los exámenes de mecánica auxiliar y sistemas de refrigeración. Ser piloto no es solo meterse en una cabina presurizada y disparar ráfagas a saqueadores e invasores, hay que saber de aerodinámica, armamento, comunicaciones, electrónica, mecánica, motores de fusión de Cirdilio, saltos espaciales, astronomía, y bueno, un montón de asignaturas que no había oído hasta ahora. Por suerte el Sargento sabe explicarlo todo muy bien (Aunque nos trata como a perfectos imbéciles) y con la ayuda de sus apuntes no suelen quedar muchas preguntas pendientes. Quiero aprovechar para decir, que al contrario que en otras unidades en nuestro pelotón únicamente tenemos un profesor para todo: El Sargento Dreygas. Aldar, un chico del pabellón dos (El que está junto al nuestro) me ha comentado hoy que cuentan con un profesor especializado para cada asignatura, y otro más genérico para el entrenamiento físico. Eso me ha pillado por sorpresa ¿Por qué esa distinción? ¿Porqué todos los pelotones cuentan con un extenso profesorado y en cambio nosotros solo tenemos al psicótico Sargento Dreygas? Entonces Aldar se ha reído de mí al ver mi cara de sorpresa; todas las unidades están formadas por gente mas o menos normal. Estudiantes modelo de institutos privados, niños bien con padres influyentes, etc. Y nosotros somos los despojos con el instructor despojo. “La unidad de los despojos” nos llaman. Según se comenta no sabían donde meter a esa reliquia arcaica del Sargento Dreygas y lo pusieron a espabilar patanes. Si consigue que 1 de cada 100 salga echo un piloto de combate, le dan un caramelo de premio. Genial, para la flota imperial solo soy un trozo de mierda ¡Demonios mi padre se suponía que era influyente! ¿Por qué no puedo ir con los pijitos de ciudad?

Me fui a dormir algo deprimido. No quería comentarlo con nadie, pero me daba la impresión de que a nadie le importaba un carajo nuestra unidad. Si conseguíamos salir adelante o nos quedábamos por el camino era algo que quedaría simplemente como una triste anécdota que ni siquiera merecía ser contada. Éramos los apestosos de la flota, y nadie nos querría nunca a su lado.

Cuando al día siguiente el Sargento nos despertó a todos, comprobé que me había quedado dormido sin quitarme la ropa y leyendo el libro de sistemas de refrigeración. Aún no había salido el sol, y me vinieron a la mente las palabras del pequeño Alach “si nos ha dejado descansar, es porque mañana nos va a machacar como nunca lo ha hecho hasta ahora”. Aún faltaba una hora para la salida del sol, y ésta vez el Sargento no nos gritaba. No nos maldijo ni nos llamó inútiles, comemierdas ni nada por el estilo. Se mantuvo con el rostro tan frío e impenetrable como siempre, pero era extraño. Aun en su inexpresividad pude captar un aire de preocupación que no había vista nunca; algo malo pasaba, podía olerlo, pero no sabía que era. ¿A qué tanto misterio? ¿Por qué levantarnos 1h antes de lo habitual? Cuando acabamos el ritual matutino de vestirse y hacer la cama, Nos disponíamos a recoger nuestras mochilas, y entonces el Sargento Dreygas nos ordenó vaciar las piedras de dentro y guardar todas nuestras cosas.

-¿Qué ocurre Sargento?- Preguntó con su anémica voz Syra.
-La unidad de combate 306 se traslada a un pabellón fuera del campo de instrucción 14. De momento no necesitáis saber más.- contestó secamente el Sargento.

¿Cómo era posible? ¿Nos trasladaban fuera del campo de instrucción? ¿Realmente nos consideraban la escoria de la flota y por eso nos exiliaban? Mi cabeza empezó a darme vueltas. Cientos de razones para aquella partida nocturna pasaron por mi cabeza, y todas ellas eran malas razones seguidas de razones peores...me sentía abandonado, traicionado. No me habían dado ni una sola oportunidad de demostrar lo que valía. Me expulsaban una semana antes de los exámenes sin dejar que intentara siquiera pasar las pruebas. Guardé mis cosas en la mochila con rabia, lanzándolas como si ellas fueran las culpables de mi desgracia y con el rostro hinchado de ira me puse firmes ante el Sargento comunicándole que estaba listo. Aquel pedazo de piedra ni siquiera se inmutó, no le importábamos nada. Se quedo mirándome a los ojos y me dijo que saliera del pabellón y subiera al camión que había en la entrada. No iba a llorar, no iba a dejar que ese orangután de cara cortada me viera derrotado. Salí de allí con paso firme y me subí al asqueroso camión que me expulsaba de la flota imperial.

Entrada 4

02 marzo 2006

Entrada 2 (Capitulo 1)

Han pasado tres meses desde aquel día, pero aún lo tengo claro en mi cabeza. Desde entonces he estado en este campo de instrucción perdido en la nada, recibiendo los alaridos y piropos malsonantes de mi sargento instructor “¡Vamos basura! ¡Como no acabes antes de que cuente a diez te meto un cactus por el culo!”. Si una cosa me ha quedado clara, es que ser educado no es un requisito esencial para formar parte de la flota imperial.

El sargento es un hombre tosco, mide 1’85m y tiene una cicatriz cruzando la parte derecha de su rostro. Lógicamente nadie se ha atrevido a preguntarle cómo se la hizo, pero todos especulan sobre ello; después de todo, la imaginación del hombre es extraordinaria, y las teorías al respecto de algo tan simple como una cicatriz varían desde una pequeña pelea de bar hasta que la cara le reventó por si sola mientras le berreaba a un novato su típica retahíla de insultos. Sin embargo, mi favorita es que el sargento se rajó la cara a si mismo porque alguien le dijo que no tenía un aspecto suficientemente duro. No se porqué pero me da la impresión de que sería perfectamente capaz de hacer una salvajada semejante.

Dejando a parte las habladurías sobre su pasado, el sargento es probablemente el instructor más severo de toda la flota imperial, y sin lugar a dudas el más severo de este campo de instrucción. Todos los escuadrones salimos a correr por la mañana antes de empezar con el entrenamiento, pero el nuestro es el único que lo hace cargando con una mochila rellena de 35Kg de piedras. Se muy bien que todo miembro de la flota debe mantener un estado de forma física ejemplar, pero nuestro escuadrón más bien parece que pertenezca a la infantería ligera. 4 reclutas han renunciado en la última semana de forma oficial porque no aguantaban más el ritmo; muchos dicen que el sargento está loco y deberían retirarlo del servicio, pero lo cierto es que éste no es el único pelotón que ha tenido bajas en sus filas, ni el único descontento con su instructor.

También debo añadir, que nuestra tropa no está formada precisamente por ciudadanos ejemplares. Entre los once que quedamos podemos encontrar a 6 delincuentes juveniles que están aquí por orden judicial (Lástima que a estos no les está permitido renunciar), un tipo alto y encorvado llamado Claad al que nunca he oído pronunciar más de tres palabras seguidas; cuando le preguntas algo siempre se acaricia la mejilla pasivamente con el dedo índice y se queda meditando cuidadosamente su respuesta, con su mirada perdida en el aire y moviéndose con la lentitud de un vegetal. Aún no se como consigue vestirse a tiempo por las mañanas antes de empezar nuestro paseo matutino. Luego tenemos a Jeraa: ojos azules, piel canela, pelo rubio hasta los hombros y una sonrisa de ensueño; es una de las dos chicas del grupo (Antes habían tres), capaz de hablar tan rápido que muchas veces se contesta a sí misma mientras tu aún intentas adivinar que decía en su primera frase...La otra chica del grupo es Syra, de pelo castaño con corte de chico, pecosa, insegura, torpe como un pato, y con una voz tan débil que habría que ponerle un altavoz de 1000W para poder oírla correctamente. También tenemos a Alach, un chico que apenas mide 1’50m de altura, con una cabeza libre de cualquier rastro de pelo. Siempre está gastando bromas, contando chistes o llamando la atención de cualquier forma y sin duda sería capaz de animar a un muerto en su propio entierro. Y por último estoy yo, un adolescente con ganas de descubrir mundo y convertirme en un héroe a costa de la flota imperial. Si me pusieran a mí en la piel del Sargento Instructor Dreygas creo que me rajaría la cara para parecer más agresivo y cruel ante mis cadetes.

Hoy el entrenamiento ha sido bastante suave en comparación con otros días, supongo que el Sargento Dreygas estaba aburrido, o cansado, o vete tu a saber. El grupo de delincuentes está convencido de que Dreygas no aguanta su propio ritmo y a partir de ahora los entrenamientos serán cada vez más permisivos, pero Alach dice que de eso nada, que esto es lo que el sargento considera el descanso antes de la tempestad, y si el pequeñajo tiene razón, pronto lo vamos a pasar realmente mal...parece que nunca va a llegar el momento de subirme a la maldita cabina de un caza de combate y cruzar el espacio entre las estrellas. Pero ahora mismo lo que más me fastidia es que de algún modo, Jeera me ha engatusado para que le de mi postre.

Entrada 3

01 marzo 2006

Entrada 1

Una suave brisa soplaba aquella tarde. Recuerdo que el sol aun no se había puesto y que mi hermana jugaba con sus dos amigas en la arena del parque mientras yo descansaba tranquilamente bajo la sombra de una gran roca de granito, golpeando tontamente la tierra con un palo lleno de musgo. Mis pensamientos bailaban alegremente en mi cabeza sin ningún sentido ni finalidad, buscando simplemente una forma de distraerse mientras se acercaba la hora de la cena.

Gracias a mi padre había entrado en la flota Imperial y pronto saldría de este reducido pueblo que no podría aportarme nada. Aquí solo me esperaba el futuro de un minero, o tal vez un mercader, y había leído suficientes historias de aventuras, me había tragado la vida de bastantes héroes de guerra y había chupado demasiada mitología para desear ese futuro para mí...No quería ser un mercader, se puede decir que me aterraba acabar siendo un simple minero...No, desde luego mi futuro debía ser como el de aquellos personajes de mis historias. Glorioso, trepidante y lleno de aventuras. Faltaban 3 días, solo 3 días y estaría de camino al campo de instrucción para empezar mi vida como héroe. Estaba claro que no tenía ni idea de a que me iba a enfrentar...

Cuando llegó el día, mi padre me dio tres cosas: una cuenta de gastos con 10.000 Drecas (Suficientes para vivir modestamente durante seis meses), Un libro que nuca había visto antes llamado “El odio y el perdón” y un pequeño consejo “Tu principal enemigo eres tú mismo, domínate para no acabar contigo mismo”...no estoy muy seguro de a qué se refería, pero le di las gracias igualmente. Mi Padre nos había cuidado desde que mi madre desapareció, cuando mi hermana tenía dos añitos (De eso hacía ya 6 años), y renunció a todo para poder hacerlo. Renunció a su puesto de primer oficial en una Fragata fronteriza destinada a impedir el paso de saqueadores Sulbas, piratas que irrumpen en las fronteras del imperio para arrasar con todo lo que encuentran a su paso y llevarse todo el botín que puedan: oro, minerales, tecnología, esclavos... son extremadamente violentos y muy bien armados. Consideró que una nave de guerra no era el mejor lugar para criar a dos niños, y vino a este recóndito lugar aceptando un puesto en la administración de poca importancia.

Cuando llegó el mediodía, dos miembros de la flota vinieron a recogerme en un todoterreno gris bastante sobrio, mi corazón se aceleró de excitación y trate de mantenerme firme y disciplinado, como intentando demostrar algo, aunque no debí hacerlo muy bien porque los dos soldados tuvieron que contener la risa. Mi hermana y sus dos amigas vinieron a despedirse y me trajeron un pastel que habían echo ellas mismas para que comiera algo por el camino...Si, era un pastel de barro con adornos de plastilina, pero un pastel al fin y al cabo. Dicen que la intención es lo que cuenta ¿no? Se quedaron las tres allí, mirándome con cara de ilusión infantil: Mi hermana Yyra, jugueteando con su trenza pelirroja y mirándome con sus enormes ojos verdes que juraría que estaban haciendo un esfuerzo sobrehumano por no llorar; y sus dos amigas, Zira y Sakhy, las gemelas más revoltosas que haya podido ver este pueblo, o ningún otro pueblo que exista, con sus coletas negras cayendo por sus pequeños hombros y su sonrisa, una mezcla de inocencia y maldad brillando con dulzura acompañadas de sus almendrados ojos de gato. No se que me pasó en aquel momento, pero noté cómoalgo se agolpaba en mi garganta, una especie de emoción que me dejó sin palabras, y yo mismo me vi luchando para evitar que mis lágrimas vieran la luz del sol. Solo se me ocurrió una cosa para romper aquel hilo de tensión que me impedía mover un solo músculo de mis piernas, así que agarre el pastel que me habían preparado aquellos tres terrores y le di un buen mordisco sin pensármelo dos veces. Lo mastiqué como si fuera de chocolate, pero obviamente acabé tosiendo entre el atragantamiento y el asco de estar comiendo barro con plastilina. Las tres pequeñas estallaron en carcajadas, y yo, aunque estaba a punto de morir asfixiado por la arena comprimida que se estaba colando en mi garganta, me sentí realmente aliviado. Una de las gemelas, no recuerdo cual, dijo algo en ese momento que no llegué a entender, pero yo hice ver que estaba enfurecido y me levante alzando los brazos sobre mi cabeza y gruñendo como un oso rabioso. Las tres niñas salieron corriendo entre carcajadas, y cuando las perdí de vista, subí al todoterreno para largarme de allí.

Al cabo de un largo silencio, uno de los militares dijo “¿No es gracioso? Aquella niña creía que la gamberrada no era que el pastel fuera de tierra, sino que lo habían cubierto de pimienta picante”

Entrada 2

Cambio de planteamiento

Como ya dije, estoy intentando que este blog salga adelante, que alguien se interese por el y que incluso sea porque le interesa y no por lástima.

Pensando en ello, dado que últimamente me siento inspirado y tal vez bajo la influencia de Mundocadaver y su apocalipsis zombie (Teneis el link más abajo para saber de que hablo) he decidido empezar a narrar una historia y usar este blog para ello.

¿Que soy poco original? pues haz como hasta ahora y no pases por aqui, tu mismo.

Intentare hacer algo chulo y llevar a cabo una buena narración, aunque espero que nadie se moleste por faltas de ortografía y demás leñes ya que nunca he sido un erudito de las letras ni he estudiado narrativa ni esas cosas. Simplemente me gusta contar historias.

Ala, dicho esto, invitados estais a leer lo que vaya posteando, comentar lo que querais y preguntar cosas sobre el mundo en que se basa la historia (No espereis que haga un fuerte analisis cientifico ni nada por el estilo, soy un friki de las historias no de la ciencia)

Temblad ante el nuevo Imperio del Yuri ^^